Nunca imaginé que un día entraría caminando al hospital y, pocas horas después, despertaría con una ostomía. Todo sucedió de emergencia. Tenía un dolor abdominal insoportable, vómitos y un malestar que no sabía explicar. En urgencias me colocaron una sonda nasogástrica y comenzaron los exámenes. Esa misma noche, el cirujano llegó con los resultados y ordenó que me prepararan para cirugía. Cuando abrí los ojos, descubrí que tenía tres bolsas: una ileostomía, otra que luego me explicaron era un drenaje, y la sonda Foley.
El golpe emocional fue enorme. No hubo tiempo de preparación, de asimilarlo poco a poco, simplemente ocurrió. Tiempo después de los 55 días internado en el hospital, en una charla a la que asistió mi hermano, un especialista explicó cómo debería ser normalmente ese proceso de información y acompañamiento. Yo no lo viví así. Lo único claro era que aquella operación me había salvado la vida.
Las complicaciones inesperadas
Al día siguiente de la cirugía apareció una sustancia extraña en la herida. Me llevaron de nuevo a quirófano y allí surgió una complicación grave: una hemorragia que puso mi vida en riesgo, junto con una caída brusca de presión arterial. Permanecí en coma inducido por tres semanas y, en total, pasé por siete cirugías.
Ese encamamiento prolongado dejó huellas físicas: perdí fuerza en las piernas y desarrollé el síndrome del pie equino en uno de mis pies. Al principio ni siquiera podía sentarme. Estuve casi un año en esa condición hasta que ingresé al CENARE. Allí comenzó mi lenta recuperación: con ayuda de una andadera logré ponerme de pie y dar mis primeros pasos.
Rehabilitación y resiliencia
Fue un proceso frustrante. Dependía de los demás para cosas tan simples como calmar la sed. Sin embargo, encontré en la escritura un refugio. Aunque no podía caminar, podía escribir. Retomé mi blog personal y un proyecto sobre deporte femenino que había iniciado antes de la cirugía.
Yo, Rafael Palacino, pasé 35 días internado en el CENARE, donde con terapias y el apoyo de mi madre y mi hermano, poco a poco recuperé la movilidad. Tres meses después, pude cubrir un evento deportivo nuevamente. No obstante, la vida me puso otra prueba: una hemorragia me devolvió al hospital en vísperas de Navidad, con más cirugías de por medio. En enero me dieron de alta, y con la motivación de sorprender a mi cirujano, entré a su consulta caminando con andadera. No lo podía creer: siempre me había visto en una cama de hospital o camilla.
El valor del apoyo emocional
El acompañamiento psicológico ha sido esencial. Mi psicóloga estuvo conmigo desde que estaba encamado hasta que logré dar mis primeros pasos frente a ella. Por supuesto, he tenido días difíciles, pero siempre he contado con el apoyo incondicional de mi madre y de mi hermano. Incluso ellos aseguran que, en más de una ocasión, soy yo quien les transmite ánimo.
Un nuevo propósito como periodista
Antes de todo esto nunca había escuchado el término ostomía. Ahora no solo lo conozco, sino que también me he propuesto investigarlo y difundir información que ayude a otras personas en mi situación. Creé el website Ostomizados.org para compartir recursos, testimonios y experiencias. Creo firmemente que esta es una forma de dar sentido a lo que viví y de apoyar a quienes hoy enfrentan el mismo camino.
He aprendido que vivir con una ostomía no significa perder calidad de vida, sino adaptarse y descubrir nuevas maneras de disfrutarla. Esa “bolsita” es, en realidad, vida.
Mirando hacia adelante
Hoy me mantengo motivado viviendo un día a la vez y poniéndome metas pequeñas y alcanzables. Sueño con volver a cubrir partidos en estadios o gimnasios, y por qué no, asistir algún día a un evento internacional. También quiero impulsar proyectos digitales y demostrar que las limitaciones están en la mente: el que persevera, alcanza.
Soy Rafael Palacino, periodista y creador de Ostomizados.org. Mi historia es solo una muestra de que vivir con una ostomía no significa perder calidad de vida, sino reinventarla. Y si este testimonio llega a alguien que recién empieza este camino, quiero dejarle un mensaje claro: mientras haya vida, hay esperanza.